Thursday, August 26

xxv. una hoja afilada

He encontrado una cuchilla inerte sobre mi escritorio.


No estaba vestida de sangre sudorosa, no tenía el filo cortante de las páginas. No guardaba incendio, ni engaño, ni recelos...


He encontrado una cuchilla inerte sobre mi escritorio y aún no se siquiera qué fruta secciona, qué néctar ajeno anhela o reivindica.


Alejandro L.

Monday, August 23

xxiv. instinto

El insecto liba tranquilo apoyado sobre los pétalos de la flor blanca y carmesí. Es una flor tropical de extraordinarias proporciones, de grandes labios y forma tubulada, soberbia, todo néctar sobre su cáliz.


La mosca golosea y se aferra con sus patas sobre la superficie membranosa, trata de no resbalar mientras se atiborra de dulce. Pero la flor no regala su licor. Antes de que pueda reaccionar, la mosca cae atrapada en una campana interior donde queda cubierta por un líquido viscoso. No hay escapatoria. Pronto debe iniciar la labor de recorrer la estrecha cánula que conduce al androceo. Lentamente pugna por salir. Asciende por la resbaladiza trampa. Busca la salida. Logra apenas asomar afuera la cabeza. Un último esfuerzo, un empuje más batiendo las alas. Y ya, ¡por fin! se libera de su captora. Los sacos de polen cuelgan adheridos a su abdomen...


-¿Ya está? -Pregunta Inge. –¿Te corriste? ¿Eso fue todo?


-Sí. -Responde Alex, sonrojado.



Inge: 39 | 32 | 31 | 24 | 20

Sunday, August 22

xxiii. cinco sentidos

[...] Ebrios del aliento enrarecido de la cantina volvemos a la calle. La niebla nos atrapa. Asachan se repliega en mí buscando el calor de mi cuerpo. Su torso tiembla por culpa de la humedad fría. Apenas avanzamos. En cada esquina nos demoramos y nos extraviamos en abrazos y largas caricias. Primero tranquilas, algo mecánicas, reconociendo viejas sensaciones, estimulando la reacción del cuerpo. Recorro su piel y siento su mudanza. Lo que antes parecía esmalte ahora se vuelve carne, lo que antes era tibieza, ahora es incendio, sudor, se agita, se estremece quien antes permanecía relajada, limpia de caballos. Mis manos merodean por su cintura, quieren perderse por entre los pliegues de su falda. Mis manos y su falda, enmarañada, laberinto de lazos y emboscadas que quiero desanudar y su pelo y el final de su espalda. Y sus manos en mi cara. Y mis dedos en su boca. Y sus manos en mis pantalones, y sus senos y mis manos, y mi sexo y sus manos...


Tengo hambre de ella. Deseo probarla, morderla, disiparla en mi boca, digerirla. Es una fruta fresca, aromática y cálida, un bocado intenso, agrio, profundo, denso, pastoso, envolvente, adictivo... quiero devorarla. Y nos embriagamos...


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xxii. a mis treinta y siete años


Con tinta roja, y con caligrafía casi ilegible Alex había copiado en su cuaderno de notas los siguientes versos de Whitman:


Yo me celebro y me canto,
Y de lo que me apropie te debes apropiar,
Pues cada átomo mío te pertenece.
Ando vagabundo e invito a mi alma a que también lo haga,
Ando vagabundo y me tiendo a mis anchas a mirar un tallo de hierba estival.
Mi lengua, cada átomo de mi sangre, se formaron de este suelo, de este aire,
Nacido aquí, de padres cuyos padres aquí también nacieron, al igual que sus padres,
A mis treinta y siete años, con una salud perfecta,
He empezado a vivir, y sólo espero no dejar ya de hacerlo hasta mi muerte.


Los últimos apuntes de un cuaderno gastado y confinado al olvido en un cajón de la mesilla.

Saturday, August 21

xxi. eclipse

Cuando Fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de Los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.


Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de si mismo.


Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.


Entonces floreció en el una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles.


Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de ese conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.


-Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.
Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.


Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.


A.M.

Thursday, August 19

xx. inge

-¿Quieres que baile para tí?


-Me encantaría.


-¿Sabes? dentro de un rato tendré que bajar al escenario. Allí me podrás ver bailar delante de todo el mundo.


-No me lo perdería por nada. Alex acerca la copa de cava a su boca mientras no puede disimular una expresión traviesa en su mirada.


Inge abandona el baño y se dirige a la cómoda, donde deja a los pies la mínima bata de satén azul con la que va vestida. Empieza a mover sus caderas de forma lenta, sinuosa. Primero da la espalda a Alex, mostrándole sólo los pliegues de la piel que se forman con el movimiento de su torso. Luego perfila sutiles dibujos con sus pechos, su vientre, sus muslos en la penumbra de la habitación. Bocetos, instantáneas de su cuerpo apenas sugerido, de invitaciones sensuales, de contorsiones cada vez más violentas. Luego se gira sobre sí misma, confiando a la mirada de Alex su sexo agazapado entre las piernas, y deja enredar sus manos entre su vello. Y se abandona al juego de acariciarse el coño suavemente, con mimo, repasando el camino mil veces recorrido.


Inge es una mujer distante y fría, pero mientras baila es capaz de evocar en su cintura el incendio de una bailarina de samba, el contoneo de una miza, el movimiento sinuoso de un áspid, cuyo veneno Alex aspira a consumir con voracidad.


Pero Alex ya no quiere imaginarse a Inge bailando fuera de aquí, sin privacidad, ofreciéndose a la rapiña de un público de cincuentones borrachos, hirsutos, duros, ansiosos por descargar sus testículos sobre ella.


-¿Qué ocurre? ¿No te gusta como bailo?


-Quiero que sólo bailes para mí.


Ella se demora.- Claro, mi niño. Para ti siempre estaré lista-. Pero Inge ya no está aquí. Ella ha extraviado su mirada lejos, atravesando el papel gastado de la pared, hacia el salón inferior de las lucecitas de neón. O tal vez más lejos aún.


Inge: 39 32 31 24 20

Tuesday, August 17

xix. esta pieza es un cuadro

De: greta68 29 19:16 24 Agosto

Saludos a la Maga.. si la encuentra...


-Partís del principio -dijo la Maga-. Qué complicado. Vos sos como un testigo, sos el que va al museo y mira los cuadros. Quiero decir que los cuadros están ahí y vos en el museo, cerca y lejos al mismo tiempo. Yo soy un cuadro, Rocamadour es un cuadro. Etienne es un cuadro, esta pieza es un cuadro. Vos creés que estás en la pieza pero no estás. Vos estás mirando la pieza, no estás en la pieza.-Esta chica lo dejaría verde a Santo Tomás -dijo Oliveira.-¿Por qué Santo Tomás? -Dijo la Maga-. ¿Ese idiota que quería ver para creer?-Sí, querida -dijo Oliveira, pensando que en el fondo la Maga había embocado el verdadero santo.

Monday, August 9

xviii. esencias

Guardo esencias de distintas hierbas para poder soñarlas lentamente. Aun tiernas, en frascos de cristal, ahumados, gruesos, convergentes. Las guardo de esta forma para modelar sus tallos, mudarme a ellas y ver desde su leño la savia en donde habito.


Cuando mis manos tanteen su estructura verde -hecha cuerda, arcilla o tiza- veré en ellas mi vientre y no raíces. No serán ya hierbas: serán bosque. Habré cifrado quizás un continente.


Alejandro L.

Saturday, August 7

xvii. abrir los ojos

Temblor de luces. La luz de la mañana suspendida en el aire. "Despierta, dormilón", me susurra lentamente. Siento la caricia de su cálido aliento en mi cara, en mi pecho. Abrir los ojos. La luz me ciega y me revela el desorden del mundo, del pequeño universo de mi habitación. Miro el despertador, definitivamente parado tras la larga pausa del fin de semana. Suspendido en el aire, como la luz, el silencio. Todo ha quedado detenido en el interior de este cuarto. "¿Desde cuándo?", me pregunto. El sonido sin eco me recuerda que estoy solo. Pero, ¿es eso cierto?.


Retales de recuerdos de la última noche, una noche muy dura de trabajo. Recordar la vaga sensación de satisfacción volviendo a casa, ya de madrugada, cruzando las avenidas frías cubierto con mi abrigo, la hiriente caricia llenándose en mis pulmones, la pequeña sensación de libertad, tanto tiempo ausente, ahora recuperada. Y algo mas, ¿pero qué?, no recuerdo exactamente.


Me ovillo debajo de las sábanas, no hay porqué levantarse. No hay nada que tenga que hacer en toda la mañana, en todo el día. Me busco a mi mismo, mi abrazo me resulta extrañamente cercano, como un latido próximo, palpitante. Una mueca de satisfacción. "Lo que daría por un café caliente". La luz, constante en su consejo, vieja madre, me deslumbra de nuevo.


"Hola, Jonás". Abandono el hueco templado y me levanto. Tras de mí se despliega el calor de una noche acumulado bajo las sábanas. Instintivamente, busco la alacena de la cocina. Me acerco unos pasos, dudo. Algo extraño, un reflejo quizás en el espejo. "¿Dónde habré puesto el tarro del café?". Es difícil el arte de estar de pie antes de tomar un café bien cargado. Primer punto donde apoyarme. Y entonces un disparo, como cerrar un paréntesis que abre el infinito. Una distancia muy grande para un hombre solo, más grande que el camino hasta la taza de café. Y darme cuenta repentinamente de esa distancia oceánica. Tras un sorbo lento levanto la mirada y la fijo en el lecho. Y allí está. Inerte, extraña, inanimada, vuelta una muñeca. Piel de plástico, ojos vidriosos, pelo de algodón.


Y ahora recuerdo. Recuerdo, sí, helado, sorprendido, triste.


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xvi moel's pub

Le llevo las copas. Vuelvo a la barra. Espero a que repose la cerveza antes de cargarla en la bandeja. Esta noche habrá mucho trabajo, hoy no vendrán solo los habituales, por eso cerraremos tarde. -Where´s the mop, John?-. -Buffalo wings and Bulmers for the eleven-. Evito tropezar con los clientes. El humo y las luces bajas crean una atmósfera de falsa bohemia.-It´s upstairs, I think'. El viejo John detrás de la barra del bar. Cuarenta años, pienso, sirviendo copas. Funambulista, cansado, ojos apagados, todo nieve en su cabeza. Siente lástima por sus clientes, los saluda con confianza, cuántas dulces borracheras les habrá proporcionado. Habrá visto crecer a sus hijos mientras bebían, año tras año, y luego habrá dado de beber a éstos. Vieja parroquia. Al extremo de una mesa se sienta una pareja. Y luego otra. Otra. Nuevo problema, ¿a quién atender primero?. -Two paint’Guinness and vodka’nd soda-. -Lucozade, hot port’nd Bulmers, please- La música impide tomar nota. John mira para otro lado si cometo un error. Excepto si es en el cambio. Es un buen hombre.


El bar tiene grandes ventanales. Pero siempre tiene bajados los toldos. No se tiene mucha fe en el sol en esta tierra. Sombría. Un espacio de intimidad creado con lamparitas y mamparas en cada esquina del bar. Me gustaría cambiar los papeles. Estar en aquella mesa, tomar parte en la conversación del grupo, tomar relajado una copa. Estar sentado en frente de ella, poder mirarla a los ojos negros y rasgados y no perder de vista sus piernas. Sobre todo. Este sería un bar agradable de no ser porque trabajo en él. Lleva zapatos planos de vestir, falda corta, la he visto otras veces pero no ella a mí. Sonríe demasiado. La veo como ausente, tiene problemas para seguir la conversación, no debe llevar mucho tiempo aquí.


-Hi, John, tell me again about your problems with the local accent. How do you say, pub or poof?.


-Don't pull my leg, Moel.


-Have you seen this girl? Lovely, isn´t she? She’s a fucking bitch, a heisha. I tell you, I broke up with her. Do you know why?


No parecía posible que ella hubiese estado con Moel. Estaba hablando demasiado alto. Ella no nos miraba.


-Are you serious?


-Listen. I know girls. She´s a pick up.


Thursday, August 5

xv. cuadros para una exposición

-¿Qué es un pensamiento congelado?

-Es un cuadro en el museo. El icono ofrecido como la realidad misma en lugar de como su representación. La firma del artista en el lienzo en blanco. El valor de cambio, en vez del valor de uso. Los atributos sin el hombre de Musil.

-¿Pero eso no es también tomar la parte por el todo?

-Vayamos por partes, mi querido amigo.- Respondió Alex burlonamente. -Los pensamientos congelados están tan a mano que podemos usarlos incluso mientras dormimos; pero si el viento del pensamiento nos sacara del sueño y nos desvelara, entonces nada nos quedaría entre las manos sino perplejidades. El todo no nos pertenece. Sólo podemos comerciar con las partes.

-Eres un fenicio, Alex.

-No es cierto. Solamente he aprendido a disfrutar de las colecciones de los museos.

Tuesday, August 3

xiv. pensamiento congelado

“Podemos emplear la palabra casa para un gran número de objetos –para la choza de adobe de una tribu, para el palacio de un rey, la casa de campo de un habitante de la ciudad o un apartamento en la ciudad- pero difícilmente la podemos usar para las tiendas de algunos nómadas. La casa en sí misma y por sí misma, la que nos hace usar la palabra para todas estas construcciones particulares y muy diferentes [...] implica que aloja a alguien y es habitada como ninguna tienda, colocada hoy y desmontada mañana, puede alojar o servir de morada. [...] Como palabra, “casa” es una abreviatura para todas estas cosas, un tipo de abreviatura sin la cual el pensamiento y su característica rapidez no sería posible en absoluto. La palabra casa es algo semejante a un pensamiento congelado que al pensar debe descongelar, deshelar, por así decirlo, siempre que quiera averiguar su sentido original. [...] Una vez se ha reflexionado acerca de su sentido implícito –habitar, tener un hogar, ser alojado- no se está dispuesto a aceptar como casa propia lo que el interés del momento prescriba.”


H.A.