Sunday, November 14

35. lección de ajedrez

(Fechado original: 14/11/04)

Me acogió una estancia a media luz y en silencio; allí estaba sentado en el suelo, sin silla, un hombre. En el primer momento me pareció reconocerle.


- ¿Eres Pablo? –pregunté.


- No soy nadie –declaró amablemente-. Aquí no tenemos nombres. Sólo soy un jugador de ajedrez. ¿Desea usted una lección acerca de la reconstrucción de la personalidad?


- Sí, se lo suplico.


- Entonces tenga la bondad de poner a mi disposición un par de docenas de sus figuras.


- ¿De mis figuras?...


- Las figuras en las que ha visto usted descomponerse su personalidad. Sin figuras no me es posible jugar.


Hermann Hesse

34. anotaciones

De nuevo me encontré en el pasillo circular, excitado por el suceso. Y por doquiera, en las innumerables puertas, atraían las inscripciones. La serie de inscripciones continuaba ilimitada. Una decía:


Instrucciones para la reconstrucción de la personalidad.
Resultado garantizado.


Esto se me antojó divertido y entré en aquélla.

Tuesday, November 9

xxxiii. animales humanos

(Fechado anteriormente: 9 de noviembre, 2.004)

Encontrado en un blog:


El pensamiento puramente animal es el más egoísta. El animal sólo mira por su supervivencia y pocas veces presta atención a las necesidades de los otros miembros. Creo que es justo la inteligencia lo que nos hace diferenciarnos de los animales y, por lo tanto, preocuparnos por algo más que por sobrevivir. La inteligencia garantiza niveles bajos de egoísmo.


Desde luego una máquina no es egoísta ni podrá serlo jamás. no tiene inteligencia sólo capacidad más elevada de cálculo. La máquina carece de emociones y, por lo tanto, sólo depende de las reglas fijadas de antemano por los programadores. No está descartado que una máquina logre pensar por su cuenta, pero para eso deberíamos saber cómo se construye el razonamiento en el cerebro. El egoísmo es una cualidad que está reñida con la inteligencia ya que una máquina no ha tenido, ni tendrá jamás, instinto animal de supervivencia.


Escrito por Rachel B. (web) el día 10/11/2004 a las 02:12

Saturday, November 6

32. oishii

A veces también Alex se sentía observado. Pero a menudo tenía esa sensación cuando hacía el amor con Inge, y nunca había nada más que el producto de su imaginación. Una vez más, estaba encima de ella. Podía verla perfectamente, su propio cuerpo le protegía los ojos de la luz de la lámpara.


Alex se inclinó y la besó, recorriendo la boca de ella con la lengua. Pasados unos momentos, se retiró y empezó a explorarle el cuello mientras Inge lo estiraba cuanto podía arqueando el cuerpo hacia atrás. Tenía un sabor amargo, y el sabor salado unido al aroma que subía de más abajo acució el deseo de Alex. Mientras dibujaba con la lengua un camino entre los pechos de Inge, Alex deslizó su cuerpo hacia abajo. Superó los pechos, continuó chupando hasta enrojecerle la piel. Inge se agarraba a los hombros de Alex intentando refrenarlo. Por fin lo soltó y él continuó bajando, metió su lengua en el doblez que quedaba debajo de cada pecho y continuó dibujando intrincados caminos sobre el vientre de Inge. Alex sentía las manos de ella que le apremiaban para que bajara aún más, pero esperó con la mejilla apoyada sobre la cintura de Inge. El cerró los ojos, aspiró hondo todos los aromas, alimentándose de la promesa que escondían. Y entonces, con un movimiento casi imperceptible, empezó a descender. La lengua de Alex pasó del vientre terso de Inge a una pequeña mata de pelo suave. Despacio, lentamente, lamió cada uno de los pelos. Al final alcanzó la hendidura entre las piernas de su amante e Inge le apretó desesperadamente la cabeza contra su cuerpo mientras le revolvía el pelo con los dedos. Alex separó cuidadosamente los pliegues de carne con la lengua, sintiendo por fin cómo el cálido flujo le corría sobre los labios.



Inge: 39 | 32 | 31 | 24 | 20

Monday, November 1

31. zuijii

"El ser es voluntad, el ser quiere ser y quiere permanecer como querer; el ser es esa voluntad que quiere ser siempre voluntad" (c))

Ella se había dejado dormir a su lado. Desnuda, sólo separada de él por la maraña del sueño. El la miraba: estaba de espaldas, respirando entrecortadamente por la boca entreabierta, su gran boca desdeñosa y sensual.


Alex se maravillaba al verla. Su cuerpo era como un mapa cifrado de la naturaleza en donde se podía conocer de la fuerza impetuosa con la cual las aguas corren hacia los barrancos, de la tenacidad con la que el imán señala hacia el polo norte, del impulso del hierro aproximándose hacia el imán, de los cristales de hielo formándose de modo casi instantáneo y con una regularidad de figura, de los animales repitiendo el ciclo de la vida y la muerte, de la intensidad y persistencia de los deseos humanos...


La voluntad de la naturaleza obstinada, implacable, revistiendo formas mudables en cada una de sus manifestaciones y encarnándose en su cuerpo. Una voluntad feroz que fluía apuntando en mil direcciones distintas, y ante la que él a veces se sentía expuesto, vulnerable, náufrago en una mar ajena y embravecida.


Alex meditaba distraídamente sobre todo esto, hasta reconocer que ellos –Inge, y también él mismo- no eran más que una pálida manifestación de esa voluntad primera.



Inge: 39 32 31 24 20

(c) González Noriega