Sunday, December 25

li. inge

Inge se había vestido para él. O quizás esto no era más que una mera excusa para otro pequeño juego.

Ella nunca llevaba vestidos. Acostumbraba a usar, siempre que no trabajaba, ropa cómoda y barata, sin ningún maquillaje, normalmente con el pelo desarreglado, sencillamente recogido.

No era en absoluto timidez lo que la condicionaba a vestir así. Simplemente, era el deseo de pasar desapercibida, de ser confundida con lo que ella consideraba la aburrida gente uniforme. Gente de vida uniforme, con la que se tropezaba a diario camino de sus oficinas cuando ella salía del trabajo. Gente gris, vestida de gris, de espíritu apagado.

Era la seguridad de saberse sexualmente atractiva, lo que la desentendía de hacer alardes con su cuerpo durante el día, dejando a un lado las pinturas de guerra durante sus horas de descanso.

Pero hoy se había puesto un vestido blanco para él. Sin maquillaje, pero con su amplia y descarada sonrisa en los labios. Iba a mostrarse sólo para él, a dejar entreabiertas otras puertas que sólo abría para Alex. Sabiéndose de antemano ganadora, estaba dispuesta a probarle, a dejar que él la rondara, a que se embriagara con el vino, con los aromas de la cena, con sus palabras cargadas de doble sentido, a esperar acechando a que ablandara su gomoso palabreo, su charloteo falso y narcisista.

... Para luego jugar a ser explícita, violenta, desagradable, humillándose a sí misma tanto como pudiera humillarle a él, a El...

Pero dime, ¿tú, Pablo, quieres follarme?


50. nota

Alex cogió el libro que ella había estado leyendo; lo abrió por donde se encontraba el marcapáginas y leyó una frase al azar:
“Necesito alguien que me ame y me bese y duerma conmigo. No soy más que un niño con la mente de un niño”
A. Ginsberg

il. diapositivas

Stare Mesto. Reflejos en el cristal. Transparencias. Paneles con carteles publicitarios emplazados arbitrariamente en medio de la calle, compitiendo con los planos irregulares de los edificios contiguos, haciendo de la necesidad virtud. El espacio como reclamo comercial ¿Otro juego más de apariencias y repeticiones?

Barrio de la Platería. Collage de azulejos amarillos y verdes, brillantes, cubriendo el frontal superior de la casa. Porcelanas combinando formas geométricas, recreando quizás un firmamento de astros imaginarios. El decorado superfluo otra vez convertido en el protagonista, extendiéndose por todas partes.

La Granja. Un viejo dispensario abandonado, ruinoso, con la cubierta derrumbada, en la que apenas permanece en pie el entramado de vigas que sustentaran el domo. Hay cigüeñas sobre las traviesas desnudas, resistiendo a una primavera invernal, construyendo su nido. Aquí no, aquí el espacio está desahuciado, aquí habita el olvido. Y sin embargo es aquí donde encuentro una arquitectura que recupera su significado [...]

Monday, October 31

xlviii. un universo angosto

"The few remainings truths are graffiti, suicide notes, shopping lists "


Un magnetófono grabando, abandonado en un asiento vacío en la estación de metro de Latina. Una cámara de seguridad en la puerta de una oficina bancaria en la Ronda de Valencia. Una instantánea tomada en la calle Preciados, capturando el retrato de docenas de peatones anónimos. Un transistor barriendo la onda corta usada por los radio-aficionados a las 23:45 de un trece de diciembre.

Ruido. Ese tipo de ruido de fondo que se extiende como tinta alrededor nuestro, débil rastro de nuestro paso. Apuntes desechables de biografías sin narrador, fragmentos de un guión de autor anónimo, notas sueltas, ritmo sincopado de una melodía distante.

Todo este mundo fragmentario despertaba la curiosidad de Alex. Todas las piezas incompletas, carentes de sentido que él coleccionaba, como piezas de un puzzle imaginario, y que él estudiaba después con detenimiento, descubriendo las posibles semejanzas, clases, jerarquías, relaciones, simulando el canon necesario, el argumento que ligaría todas las partes, hasta cubrir con un nuevo orden el caos circundante. Alex se afanaba en reunir el máximo de material posible en su estudio. Allí se amontonaban sobre el escritorio fotografías, cintas magnetofónicas, vídeos, incluso notas manuscritas encontradas entre la basura. Más allá, contra la pared, archivadores apilados en el suelo, acumulaban extensas cantidades de información ya catalogada. No importaba el soporte, no importaba lo pobre o inconexo que fuera el contenido. Cuanto más extraño, más valioso o ilustrativo podía ser el documento. A veces encontraba verdaderas joyas entre la basura: restos de diferentes periódicos que seguían cronológicamente algún suceso, epistolarios, álbumes de familia, archivos de oficina que narraban de manera cifrada el auge y caída de señoríos mercantiles.

Con frecuencia, encontraba libros viejos entre los despojos. Pero él nunca los recogía. No era un libro lo que él buscaba, un libro encerraba un propósito, una estructura cerrada, un universo angosto y ajeno a este otro. -Un libro está muerto-, decía. –Pero, ¿qué es lo que tu buscas?- Le preguntó Pablo alguna vez cuando todavía quedaban aquellas tardes del último otoño en su estudio. –Una causa- Respondía él, y Pablo lo miraba extrañado, con cierta mueca de desdén. -Una razón que justifique tanto esfuerzo, tanto movimiento inútil-. –Pero eso que dices carece por completo de sentido-. Y Alex, sonriendo, aclaraba –Entonces, será eso; será que hemos perdido el sentido y por eso ahora lo estoy buscando-.

Tuesday, April 5

47. de padres (e hijos)

[...] hay personas que no han tenido ninguna norma. En realidad, se les ha inculcado una: haz lo que te dé la gana, procura que los demás no se den cuenta, miente lo que haga falta y, si te cogen, utiliza la violencia. Éste es el ideal de muchos padres y esto es lo que aprenden sus hijos.

Detrás de ese ideal está, probablemente, la idea de que el mundo funciona por relaciones de poder. Los que así piensan educan a sus hijos para que sean paranoicos y jamás intenten mantener relaciones de igualdad.

Cuando estos niños se hacen mayores, acaban por sentir como amenaza cualquier persona a la que no entienden. Y en ese momento, la cadena de la muerte queda cerrada: la incomprensión genera miedo, el miedo genera afán de destrucción y él afán de destrucción genera...

Contínua en el lado oscuro

Thursday, March 24

46. vida

Después de todo, todo ha sido nada, / a pesar de que un día lo fue todo. / Después de nada, o después de todo / supe que todo no era más que nada.

Grito "¡Todo!", y el eco dice "¡Nada!" / Grito "¡Nada!", y el eco dice "¡Todo!". / Ahora se que la nada lo era todo, / y todo era ceniza de la nada.

No queda nada de lo que fue nada. / (Era ilusión lo que creía todo / y que,en definitiva, era la nada.)

Qué más da que la nada fuera nada / si más nada será, después de todo, / después de tanto todo para nada.

José Hierro

Saturday, March 19

45. retrospectiva

Escribió Karl Polanyi:

La civilización del siglo XIX no fue destruida por un ataque exterior o interior de los bárbaros; su vitalidad no se vio minada ni por las devastaciones de la Primera Guerra Mundial, ni por la rebelión de un proletariado socialista o de una pequeña burguesía fascista. Su fracaso no fue consecuencia de supuestas leyes de la economía, tales como la baja tendencial de la tasa de ganancias, la del sub-consumo o la de superproducción. Su desintegración fue mas bien el resultado de las medidas adoptadas por la sociedad para no verse aniquilada por la acción del mercado autorregulador. El conflicto entre el mercado y las exigencias elementales de una vida social organizada le han conferido a este siglo su dinámica. Este mercado autorregulador fue finalmente el origen de su propia destrucción. Las guerras exteriores no hicieron más que acelerar este proceso.

En wikipedia

Sunday, March 13

44. paralelismo

Había en primer lugar la vieja Inglaterra, país de catedrales, de abadías, de casas de campo y albergues (...), la Inglaterra de las guías turísticas, de los grandes itinerarios y caminos llenos de sorpresas (...)

Enseguida viene la Inglaterra del siglo XIX, la Inglaterra industrial del carbón, del hierro, del algodón, del ferrocarril; de las miles de pequeñas casas alineadas, todas iguales, de las iglesias neogóticas, (...) de las fábricas textiles, de las fundiciones (...) Un paisaje devastado con pequeños pueblos cubiertos de hollín y, más negras aún, ciudades siniestras parecidas a fortalezas. Esta Inglaterra forma la mayor parte del Norte y de los Midlands, y existe por todas partes (...)

La tercera Inglaterra pertenece a nuestra época. América ha sido su verdadero lugar de nacimiento. Es la Inglaterra de las carreteras nacionales, de las estaciones de servicio, de las fábricas que parecen salas de exposiciones, de los cines, las salas de baile, los cafés, los bares donde se beben cócteles, de los coches (...) Es el dominio de la producción en masa, de la fabricación a gran escala y a precios reducidos (...)

La Inglaterra del paro (...) He vuelto a ver a hombres de mediana edad que, sabiendo que estaban ociosos y eran inútiles por razones que escapaban a su responsabilidad, se sentían vencidos y degradados (...) Los jóvenes que han crecido a la sombra de las oficinas de empleo, más que trágicos casos individuales, constituyen, tomados en conjunto, una tragedia nacional.


J.B. Priestley, English Journey. 1934

Saturday, February 26

xliii. nona

"Cuando apartas las cosas no las dejas atrás, tan solo a un lado...
donde es fácil mirar sin querer cuando giras la cabeza."


En su día casi estuve por tirarlo todo al cesto de la basura, todas sus cartas, sus fotos, sus pinturitas... Tiempo después, quizás por ese empeño mío en no extraviar del todo la memoria, tan sólo relegué las misivas al cajón del olvido.

Ahora, que han transcurrido casi ocho lustrosos años, vuelvo a leer y trato de comprender -hago acopio de fuerzas, frunzo el ceño y escudriño los confines de mis entendederas- sus palabras desde la distancia. Las he transcrito manualmente a un blog -no guardo de ellas soporte digital-, letra a letra, con sus sangrías originales -o mejor ausencia de ellas-, sus retornos de carro, sus erratas y sus faltas de ortografía. Rescribir así el texto, además de exigir de mi una lectura más atenta y condescendiente, ha tenido un efecto benéfico, homeopático casi diría.

Después he modificado la bitácora, eliminando en lo posible cualquier rastro que pueda alimentar la voracidad de Google -de apetitos excesivos ya fuimos bien servidos-. He deshabilitado links, feeds, comentarios... En ningún caso ella debe leerlo, y casi nadie tampoco. Pero era algo que necesitaba mostrar ahora, precisamente, en estos días ya tan lejanos e indiferentes a nosotros.

Volviendo muchas páginas atrás, girando sólo a medias la cabeza...

La cita que encabeza el post es autoría de marcapáginas. Gracias.

Friday, February 25

xlii. memoria


"Si piensas que es un lujo tal vez debas permitírtelo, porque la vida está llena de lujos a los que no tienes acceso. Al menos la pérdida de tiempo es un lujo universal, como los impuestos sobre los hidrocarburos..." -Prada


Hubo un tiempo, hoy lejano, en que la vida andaba remolona al escribir sobre mí en su diario.

Por entonces yo pensaba que la caprichosa vida se había olvidado de mí para siempre y que por esta razón me permitiría quedarme ante ella como un afortunado espectador -crítico, decía yo, desde la distancia, carente de mayor implicación-; que siempre podría limitarme a permanecer observando con los ojos del buen salvaje el mundo como si fuera una representación, un gran lienzo, una mojiganga, que bastaba con retrotraerse a la causa primera para entender la inutilidad de todo esfuerzo, la esterilidad de toda empresa humana, mero producto del azar y la vanidad... Fueron tiempos más o menos apacibles, y duraron en tanto que el vagabundeo me salió regalado.

En aquellos días –tardes, preferiblemente- pasaba yo las horas tumbado, como perro, en el terrado de la casa de los viejos, realizando todo tipo de inventarios inútiles, contemplando la ropa tendida mecida por el viento, la luz del sol crepuscular dibujando geométricas figuras sobre las paredes de cal, el vuelo de los pájaros trazando las elipses de un compás efímero [...]

En tardes como ésta, tan malogradas por suerte como aquéllas, vuelvo aún mis pasos hacia el viejo terrado y recupero la memoria.

Alejandro N.

Friday, January 7

41. un punto fijo

Nota en la puerta:

Cerrado temporalmente. Hay un juego de llaves debajo de la alfombra, pasa y siéntete libre de curiosear cuanto quieras. Estás en tu casa.

Sole en su bellísimo blog ha dejado escrito:

Hogar [...] es todo lo que me rodeó, me rodea y me va a rodear. Cualquier sitio, persona u objeto puede ser mi hogar. El hogar me ahoga aún hoy en día y a veces necesito estar lejos de él, y creo que eso es así porque necesito saber que tengo y debo volver a un punto fijo, un punto donde yo soy una pieza inreemplazable.

Un punto fijo, un eje de coordenadas desde el que poner en orden el caos circundante... Nuestra búsqueda es la misma búsqueda. Siempre será la misma. Es buscar sin mapas, y con la brújula de la pobre experiencia ese sitio cualquiera en el que encontrar abrigo. Es buscar el hogar, el jardín templado de la infancia, el nidal del que un día partimos y guardamos en nuestro recuerdo.

Ahora es tiempo de mudanza.

Gracias.

Saturday, January 1

40. déjà vu

Yo no soy superior a mi hermano pero sonrío, porque voy por las calles y
sólo yo no existo, la vida corre como todos los ríos, yo soy el único
invisible. ~
Neruda

¿Por qué sigo vagabundeando? No tengo una idea clara de los motivos, ni siquiera tengo motivos. Hay huellas, indicios, impresiones, y todo busca un origen. Entonces entra en juego una explicación plausible y yo inicio mi andadura, camino en el laberinto de las calles, camino por ellas, movido por ellas, arrastrado por el fluir de vida que por ellas transita.

Hay primero una situación confusa, que sólo puede ubicarse en la memoria de mis espejismos. De esa penumbra parto, y si lo que busco tiene suficiente fuerza, inmediatamente se inicia el déjà vu, un balanceo pausado que me empuja al asfalto, lo ilumina todo, conjuga esa materia confusa en una instancia clara y concreta: la vía pública, las travesías, las luces, los rótulos, las vidrieras...

Ese balanceo, ese déjà vu que excita mi búsqueda, es para mí la única certidumbre de su necesidad, porque apenas cesa comprendo que no tengo ya nada en dónde buscar. Y también es la única recompensa de mi trabajo: caminar es dibujar un mandala, y a la vez recorrerlo, descubrir los meridianos de una geografía vital a fuerza de rastrearla; tarea pobre de chamán blanco desorientado en mitad del tráfico urbano...