Monday, December 27

39. reflejo condicionado

- ¿Te gusta verte?

- Intento adivinar qué ves en mí.

- Un cuerpo bonito.

Inge se recreaba en su propia imagen ignorando las consabidas palabras... - ¿Y algo más?- Preguntó, burlona.

- Si yo fuera un hombre no me vería a mí misma nada guapa, incluso me encontraría poco sexy. Demasiado delgada, algo masculina...

- Mi dulce niña, ¿has oído hablar del mito de Narciso?

- Y además con unos pechos pequeños. Son firmes, pero demasiado pequeños. Siempre quise tener unos pechos grandes y redondos... Fíjate en esto. ¡Vaya!- Inge examinaba con la yema de los dedos una pequeña y amoratada marca en el muslo, a la altura de la ingle.
- He de poner más cuidado con ese dichoso quicio.

- Y como mujer, ¿te gustas?

Inge alzó la mirada a la altura de los ojos; unos ojos pobremente abrigados tras la cortina del maquillaje y las largas pestañas... - Eso era precisamente lo que trataba de preguntarte-.

En silencio, sin esperar respuesta, se quedó contemplando su propio reflejo, curiosa, tratando de no perder de vista esa imagen del otro lado del espejo que casi apenas reconocía como suya.

Inge: 39 32 31 24 20

Friday, December 24

38. febrero de 1.932

¿Por qué rechacé a hombres que me amaron profundamente y durante dos años sólo quise a Alan? ¿Por qué razón la amante de él se derrumbó al cabo de dos años? ¿Por qué no amó él a ninguna otra y estuvo continuamente desengañado?

La mujer le dice a Duncan: He buscado a un hombre dominante.

¿No te domino yo?, pregunta Duncan.

No, contesta ella, porque tú me amas.

Un hombre que domina es un hombre que no ama. Tiene una enorme vitalidad animal, una fuerza, que conquista. Conquista, la gente se somete a él, pero él ni ama ni comprende. Solamente es una fuerza y está lleno de su propio poder. Si ama a alguien es a una fuerza como la suya, y así de nuevo ama su propia clase de poder, no otra. Lo que es una infiltración. Observa bien al conquistador, observa al hombre o mujer que domina a otro: no es él el que ama. Quien ama es el que es dominado. Tú me amas, y por tanto no puedes dominarme, y yo soy una mujer que necesita ser dominada. Pero eso se ha acabado ahora. Lo veo como una fuerza impersonal, una fuerza animal, que ya no tiene poder sobre mí. Ahora incluso la odio. ¡Odio su falta de sutileza!

Así que a veces, ¿sabes?, ese poder con el que uno nace no está de acuerdo con los deseos propios, es ajeno a la personalidad de uno. Algunas veces he sospechado que a Alan le fastidia el efecto de su fuerza. Ser amado halaga su vanidad, sí, pero en realidad no quiere ser amado porque si eres amado debes amar a cambio y eso él no lo puede hacer. Las mujeres cometen el error de amarle porque son dominadas por él. Él prefiere, en lo más profundo de sí mismo, que se le resistan, en su propio terreno, es casi indiferente al amor como tú y yo lo entendemos, con una cierta dureza. Odia la forma en que las mujeres se desmoronan ante él, la odia. Le he visto odiar también a Mary, porque igualmente se había derrumbado.

No sé lo que harás con esto, porque semejante “sequedad” está muy distante de tu propio carácter. Aunque pienso que tú también puedes destruir a una mujer, pero por otras razones.

A.N.

Wednesday, December 22

37. marzo de 1.932

Me siento dolida mientras leo Albertine disparue porque hay pasajes subrayados por Harry y Albertine es Jude. Se traslucen todas las amplificaciones de sus celos, sus dudas, su ternura, sus arrepentimientos, su horror, su pasión y a mí me invaden unos celos ardientes de Jude. De momento, este amor, que había estado tan equilibrado entre Harry y Jude, que no sentía celos en absoluto, se decanta hacia Harry, y me siento torturada y temerosa.

Sin embargo, anoche soñé con Jude. Había regresado de repente. Nos encerramos en una habitación. Hugo, Harry y otras personas esperaban a que nos vistiéramos para cenar juntos. Yo deseaba a Jude. Le supliqué que se desnudara. Prenda por prenda, descubrí su cuerpo, con exclamaciones de admiración, pero en la pesadilla veía sus defectos, extrañas deformaciones. Con todo, seguía siendo absolutamente deseable. Le supliqué que me dejara admirar entre sus piernas. Las abrió, las levanto y vi carne cubierta de un espeso vello negro, como de hombre, pero en el mismo extremo de la carne era blanco como la nieve. Lo que me horrorizaba era que se movía frenéticamente y que sus labios se abrían y cerraban con rapidez como la boca de un pececillo de estanque al comer. Yo la observaba con fascinación y repugnancia; luego me lancé sobre ella y dije: “Déjame que ponga la lengua ahí”. Me dejó aunque no parecía satisfecha mientras la lamía. Estaba fría e inquieta. De pronto se incorporó, me empujó y se inclinó sobre mí; en tanto sentí que me tocaba un pene. Le pregunté y me respondió triunfante: “Sí, tengo uno pequeñito; no te alegras?”. “Pero, ¿cómo se lo ocultas a Harry?”, pregunté. Sonrió pérfidamente. Durante todo el sueño reinaba una sensación de gran desorden, de movimientos torpes, de que todo llegaba demasiado tarde, de que el mundo entero esperaba, inquieto y derrotado.

Y, sin embargo estoy celosa de todo el sufrimiento que Harry experimenta con ella. Siento que me estoy hundiendo y alejando de todo saber y compresión, que mis instintos aúllan como animales salvajes. Cuando recuerdo las tardes pasadas junto con Harry en el Hotel Anjou, sufro. Dos tardes grabadas en mi cuerpo y en mi mente.


A.N.

36. junio de 1.932

Una noche de verano. Harry y yo cenamos en un pequeño restaurante abierto de par en par a la calle. Formamos parte de la calle. El vino que desciende por mi garganta desciende por muchas gargantas. El calor del día es como la mano de un hombre en mi pecho. Es un calor envolvente. El vino nos liga a todos, a Harry y a mí, a la calle, al pequeño restaurante, al mundo. Voces y risas de los estudiantes que se preparan para el baile de Quartz Arts. Llevan trajes bárbaros, de piel roja, con plumas, y pasan con autobuses y coches abarrotados.

- Esta noche quiero hacértelo todo –dice Harry-. Quiero colocarte sobre la mesa y joderte delante de todo el mundo. Estoy loco por tí, Anna. Estoy desesperado por tí. Después de cenar nos vamos al Hotel Anjou. Te voy a enseñar cosas nuevas.


A.N.