Monday, October 31

xlviii. un universo angosto

"The few remainings truths are graffiti, suicide notes, shopping lists "


Un magnetófono grabando, abandonado en un asiento vacío en la estación de metro de Latina. Una cámara de seguridad en la puerta de una oficina bancaria en la Ronda de Valencia. Una instantánea tomada en la calle Preciados, capturando el retrato de docenas de peatones anónimos. Un transistor barriendo la onda corta usada por los radio-aficionados a las 23:45 de un trece de diciembre.

Ruido. Ese tipo de ruido de fondo que se extiende como tinta alrededor nuestro, débil rastro de nuestro paso. Apuntes desechables de biografías sin narrador, fragmentos de un guión de autor anónimo, notas sueltas, ritmo sincopado de una melodía distante.

Todo este mundo fragmentario despertaba la curiosidad de Alex. Todas las piezas incompletas, carentes de sentido que él coleccionaba, como piezas de un puzzle imaginario, y que él estudiaba después con detenimiento, descubriendo las posibles semejanzas, clases, jerarquías, relaciones, simulando el canon necesario, el argumento que ligaría todas las partes, hasta cubrir con un nuevo orden el caos circundante. Alex se afanaba en reunir el máximo de material posible en su estudio. Allí se amontonaban sobre el escritorio fotografías, cintas magnetofónicas, vídeos, incluso notas manuscritas encontradas entre la basura. Más allá, contra la pared, archivadores apilados en el suelo, acumulaban extensas cantidades de información ya catalogada. No importaba el soporte, no importaba lo pobre o inconexo que fuera el contenido. Cuanto más extraño, más valioso o ilustrativo podía ser el documento. A veces encontraba verdaderas joyas entre la basura: restos de diferentes periódicos que seguían cronológicamente algún suceso, epistolarios, álbumes de familia, archivos de oficina que narraban de manera cifrada el auge y caída de señoríos mercantiles.

Con frecuencia, encontraba libros viejos entre los despojos. Pero él nunca los recogía. No era un libro lo que él buscaba, un libro encerraba un propósito, una estructura cerrada, un universo angosto y ajeno a este otro. -Un libro está muerto-, decía. –Pero, ¿qué es lo que tu buscas?- Le preguntó Pablo alguna vez cuando todavía quedaban aquellas tardes del último otoño en su estudio. –Una causa- Respondía él, y Pablo lo miraba extrañado, con cierta mueca de desdén. -Una razón que justifique tanto esfuerzo, tanto movimiento inútil-. –Pero eso que dices carece por completo de sentido-. Y Alex, sonriendo, aclaraba –Entonces, será eso; será que hemos perdido el sentido y por eso ahora lo estoy buscando-.

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