"Si piensas que es un lujo tal vez debas permitírtelo, porque la vida está llena de lujos a los que no tienes acceso. Al menos la pérdida de tiempo es un lujo universal, como los impuestos sobre los hidrocarburos..." -Prada
Hubo un tiempo, hoy lejano, en que la vida andaba remolona al escribir sobre mí en su diario.
Por entonces yo pensaba que la caprichosa vida se había olvidado de mí para siempre y que por esta razón me permitiría quedarme ante ella como un afortunado espectador -crítico, decía yo, desde la distancia, carente de mayor implicación-; que siempre podría limitarme a permanecer observando con los ojos del buen salvaje el mundo como si fuera una representación, un gran lienzo, una mojiganga, que bastaba con retrotraerse a la causa primera para entender la inutilidad de todo esfuerzo, la esterilidad de toda empresa humana, mero producto del azar y la vanidad... Fueron tiempos más o menos apacibles, y duraron en tanto que el vagabundeo me salió regalado.
En aquellos días –tardes, preferiblemente- pasaba yo las horas tumbado, como perro, en el terrado de la casa de los viejos, realizando todo tipo de inventarios inútiles, contemplando la ropa tendida mecida por el viento, la luz del sol crepuscular dibujando geométricas figuras sobre las paredes de cal, el vuelo de los pájaros trazando las elipses de un compás efímero [...]
En tardes como ésta, tan malogradas por suerte como aquéllas, vuelvo aún mis pasos hacia el viejo terrado y recupero la memoria.
Alejandro N.
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