- ¿Te gusta verte?
- Intento adivinar qué ves en mí.
- Un cuerpo bonito.
Inge se recreaba en su propia imagen ignorando las consabidas palabras... - ¿Y algo más?- Preguntó, burlona.
- Si yo fuera un hombre no me vería a mí misma nada guapa, incluso me encontraría poco sexy. Demasiado delgada, algo masculina...
- Mi dulce niña, ¿has oído hablar del mito de Narciso?
- Y además con unos pechos pequeños. Son firmes, pero demasiado pequeños. Siempre quise tener unos pechos grandes y redondos... Fíjate en esto. ¡Vaya!- Inge examinaba con la yema de los dedos una pequeña y amoratada marca en el muslo, a la altura de la ingle.
- He de poner más cuidado con ese dichoso quicio.
- Y como mujer, ¿te gustas?
Inge alzó la mirada a la altura de los ojos; unos ojos pobremente abrigados tras la cortina del maquillaje y las largas pestañas... - Eso era precisamente lo que trataba de preguntarte-.
En silencio, sin esperar respuesta, se quedó contemplando su propio reflejo, curiosa, tratando de no perder de vista esa imagen del otro lado del espejo que casi apenas reconocía como suya.
- Intento adivinar qué ves en mí.
- Un cuerpo bonito.
Inge se recreaba en su propia imagen ignorando las consabidas palabras... - ¿Y algo más?- Preguntó, burlona.
- Si yo fuera un hombre no me vería a mí misma nada guapa, incluso me encontraría poco sexy. Demasiado delgada, algo masculina...
- Mi dulce niña, ¿has oído hablar del mito de Narciso?
- Y además con unos pechos pequeños. Son firmes, pero demasiado pequeños. Siempre quise tener unos pechos grandes y redondos... Fíjate en esto. ¡Vaya!- Inge examinaba con la yema de los dedos una pequeña y amoratada marca en el muslo, a la altura de la ingle.
- He de poner más cuidado con ese dichoso quicio.
- Y como mujer, ¿te gustas?
Inge alzó la mirada a la altura de los ojos; unos ojos pobremente abrigados tras la cortina del maquillaje y las largas pestañas... - Eso era precisamente lo que trataba de preguntarte-.
En silencio, sin esperar respuesta, se quedó contemplando su propio reflejo, curiosa, tratando de no perder de vista esa imagen del otro lado del espejo que casi apenas reconocía como suya.
Inge: 39 32 31 24 20