Temblor de luces. La luz de la mañana suspendida en el aire. "Despierta, dormilón", me susurra lentamente. Siento la caricia de su cálido aliento en mi cara, en mi pecho. Abrir los ojos. La luz me ciega y me revela el desorden del mundo, del pequeño universo de mi habitación. Miro el despertador, definitivamente parado tras la larga pausa del fin de semana. Suspendido en el aire, como la luz, el silencio. Todo ha quedado detenido en el interior de este cuarto. "¿Desde cuándo?", me pregunto. El sonido sin eco me recuerda que estoy solo. Pero, ¿es eso cierto?.
Retales de recuerdos de la última noche, una noche muy dura de trabajo. Recordar la vaga sensación de satisfacción volviendo a casa, ya de madrugada, cruzando las avenidas frías cubierto con mi abrigo, la hiriente caricia llenándose en mis pulmones, la pequeña sensación de libertad, tanto tiempo ausente, ahora recuperada. Y algo mas, ¿pero qué?, no recuerdo exactamente.
Me ovillo debajo de las sábanas, no hay porqué levantarse. No hay nada que tenga que hacer en toda la mañana, en todo el día. Me busco a mi mismo, mi abrazo me resulta extrañamente cercano, como un latido próximo, palpitante. Una mueca de satisfacción. "Lo que daría por un café caliente". La luz, constante en su consejo, vieja madre, me deslumbra de nuevo.
"Hola, Jonás". Abandono el hueco templado y me levanto. Tras de mí se despliega el calor de una noche acumulado bajo las sábanas. Instintivamente, busco la alacena de la cocina. Me acerco unos pasos, dudo. Algo extraño, un reflejo quizás en el espejo. "¿Dónde habré puesto el tarro del café?". Es difícil el arte de estar de pie antes de tomar un café bien cargado. Primer punto donde apoyarme. Y entonces un disparo, como cerrar un paréntesis que abre el infinito. Una distancia muy grande para un hombre solo, más grande que el camino hasta la taza de café. Y darme cuenta repentinamente de esa distancia oceánica. Tras un sorbo lento levanto la mirada y la fijo en el lecho. Y allí está. Inerte, extraña, inanimada, vuelta una muñeca. Piel de plástico, ojos vidriosos, pelo de algodón.
Y ahora recuerdo. Recuerdo, sí, helado, sorprendido, triste.
1 comment:
Cuando dije aquello me equivocaba en el juicio, me equivocaba en las formas.
Tus perfiles “caleidoscópicos” siempre me resultaron interesantes... aún recuerdo uno, que correspondía a “un universo angosto”. Su imagen me fascinaba y la descripción que acompañaba, me resultó extrañamente cercana desde la distancia, muy próxima a una particular manera de mirar en torno a uno/a mismo/a. Lástima que ese perfil esté deshabilitado, me gustaría recuperarlo a mi lectura.
Tienes un don, Penumbra. Un don especial. Y no me refiero a esa prolijidad tuya a la hora de escribir o de editar blogs. Tiene que ver quizás con algo que reside en tu retina... es quizás un ojo salvaje.
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