Cualquier ciudadano tiene por lo menos nueve caracteres: el profesional, el nacional, el estatal, el de clase, el geográfico, el sexual, el consciente, el inconsciente y quizá uno también privado... Todo habitante de la tierra posee además un décimo carácter, que no es otro que la fantasía pasiva de los espacios vacíos. Le permite al hombre todo, excepto una cosa: tomar en serio lo que hacen sus otros nueve caracteres y lo que ocurre con ellos... Este espacio, tan difícil de describir, es en todas partes el mismo, esto es, un espacio vacío e invisible en cuyo interior se encuentra la realidad, como una pequeña ciudad de cajón de sastre abandonada por la fantasía.
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