Thursday, July 30

92. un cheque en blanco

Raquel,

Te escribo desde la distancia del tiempo. Quizás pueda parecer una ironía. Para crear una pequeña flor la naturaleza ha necesitado un viaje de eras.

Que me escribieras cuando ya estaba todo perdido fue para mí un motivo de alegría.

A veces tuve contigo la sensación de tocar el fuego. Pero un fuego que no quemaba. Fuiste conmigo como una llama apagada, ardiente aún en su interior, pero todo cenizas en su superficie.

No sé cómo te habrá tratado la vida durante todos estos años. Recuerdo hoy tu piel como si fuera ayer. Decías entonces que cicatrizaba mal. Siempre lo interpreté en un doble sentido, que tus cicatrices eran tanto externas como internas. Pero nunca me dijiste con qué filo te provocabas los cortes… Imagino que los años habrán hecho su trabajo. Tus cicatrices de hoy puede que sean abisales…

Siempre te sentí lejana y próxima. Eras el espíritu fuerte y libre al que siempre deseé someterme. Te temía y deseaba a partes iguales. Fuiste una fuerza inspiradora para mí. Tal vez por eso, o porque no me viste mirarte, nunca te tuve.

Siento que contigo tuve una oportunidad perdida. Yo no estaba lo bastante despierto para entenderte. Tú no estabas lo bastante segura para desplegar tus alas. Pero los dos sentíamos la energía fluir entre nosotros… Y aunque yo durmiera, estaba dispuesto a comprender sin hacer preguntas.

Raquel, a mí no me interesaba tu escaparate de princesa. Yo quería tu médula, estar en el preciso vientre de tus necesidades, quería habitar en él, no poseerlo. Y estar en él sin ahogarte, sin hacer ruido apenas, sólo para tí.

No quisiste mostrarme tu penumbra… Créeme, por terribles que fueran tus sectretos, no serían peores entonces que los míos de ahora.

Ojalá un día pueda volver a ver tu rostro y tu luz entre la multitud de espectros que pasan por mi vida. Te diría entonces lo que aquí te digo ahora, y que debí decirte en su momento.

Que te amé, que soñé tener a tu lado una vida prohibida y libre, que aceptaba los términos de tu contrato, tu desdén, tus silencios, tus caprichos, que mi piel era un cheque en blanco para tí, que no habría reproches y que tú eras la única y legítima dueña de mi tiempo.

Un beso,

Tuyo, siempre

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