Guardo esencias de distintas hierbas para poder soñarlas lentamente. Aun tiernas, en frascos de cristal, ahumados, gruesos, convergentes. Las guardo de esta forma para modelar sus tallos, mudarme a ellas y ver desde su leño la savia en donde habito.
Cuando mis manos tanteen su estructura verde -hecha cuerda, arcilla o tiza- veré en ellas mi vientre y no raíces. No serán ya hierbas: serán bosque. Habré cifrado quizás un continente.
2 comments:
Lau: Es lo que ocurre con las capsulitas de frescor recién cosechado: cuando las abres, y asomas la puntilla de la nariz sin querer a su hechizo, te devuelven tu propia imagen surcada por cientos de hilos de savia, siempre verdes y a punto de echar raíces desde los zapatos, una nube en la cabeza para despegar anochecido y el tallo elevándose hacia donde duerme el imposible sol.
Por eso es que no conviene abusar.
(Del invierno-infierno al verano-cielo. O quizás al revés. Le dejo una piedrita en esta rayuela que me gustó tanto, como si de golpe me hubiese hecho soñar... :))
(Y gracias por la visita. Pero no tanto por la visita, como por el gusto de así poder arribar en cáscara de nuez hasta esta orilla.)
Como mensaje guardado en una botella y arrojado a las turbias aguas del mar, así me llega hasta esta orilla boreal tus palabras. Gracias a ti por sembrarlas en este blog.
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